Una larga historia de Malvinas

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primer mapa de las Malvinas (1520)

por Martín Bericat

La cuestión de las Islas Malvinas es sin duda uno de los temas más resonantes de nuestra historia reciente. Año a año no deja de renovarse el debate, tanto en la Academia como en la opinión pública. Es una Historia que excede a los libros especializados: se habla en actos escolares, se discute en los diarios, y se pinta con aerosol en las paredes de cualquier ciudad argentina. Proponemos un repaso por la historia de las Malvinas con un enfoque de largo plazo, que no pretende ser total, pero sí recuperar algunas cuestiones importantes desde el temprano siglo XVI hasta el minuto en el que comenzó la guerra en 1982. El devenir posterior a ese minuto amerita la redacción de otro artículo en un futuro.

Descubrimientos

Las Islas Malvinas desataron polémicas y roces diplomáticos desde sus inicios. Ni siquiera está claro quién o quiénes fueron los primeros navegantes en avistar sus costas; tenemos registros franceses, españoles, británicos e incluso otomanos que datan de las primeras décadas del 1500. El primer mapa que registró las islas de modo específico fue confeccionado por un tripulante de la expedición de Magallanes en 1520. Existen una veintena de mapas anteriores que podrían ser nombrados como el primer registro. El problema es que en su mayoría son tremendamente imprecisos, o copias de copias, y no queda claro si se refieren a las Malvinas, a otras islas, o a acantilados de la Patagonia continental. Tampoco queda claro si fueron o no completados a posteriori con información de otros mapas; una práctica cartográfica bastante común que supone una fuente constante de irritación para la historiografía.

De más está decir que los reclamos de soberanía por parte de las potencias europeas en los siglos siguientes se proyectaron hacia el pasado inaugurando nuevos debates: cada país quería ser el descubridor de las islas para legitimar así su derecho a poseerlas. Así fue como se afirmó que Américo Vespucio habría avistado las Malvinas en 1502 (aunque sus notas no son claras), mientras que Gran Bretaña sostuvo que fueron descubiertas por John Davis en 1592. Lo cierto es que el primer avistamiento indiscutible y respaldado por cartografía precisa fue el de un capitán holandés, Sebald de Weert, quien registró las costas en el año 1600.

Weert, al igual que el resto de los marineros que desembarcaron en las Malvinas, se limitó a refugiarse unos pocos días y luego emprendió su viaje de regreso. Durante más de 150 años las Islas permanecerían inhabitadas.
La primera población humana en el archipiélago se estableció el 31/1/1764, de la mano del capitán francés Louis Antoine de Bougainville, quién además realizó la primera toma oficial de posesión del territorio fundando el pueblo de Port Louis.

En 1765, una expedición británica llegó a las islas y declaró a su vez la toma de posesión formal estableciendo un poblado denominado Port Egmont. Al momento de declarar el archipiélago una posesión británica, la expedición alegó supuestamente no tener conocimiento de que las islas ya habían sido reclamadas por Francia. A esto hay que agregarle una tercera variable: España emitió ese mismo año un reclamo formal a la corona francesa, asegurando que las islas (por ser adyacentes a la América Meridional) eran dependencia legítima de la corona española.

Tenemos entonces un territorio cartografiado supuestamente por una veintena de marineros de diversas procedencias (aunque con poca documentación que los respalde), avistado incontestablemente por un holandés, tomado oficialmente por dos potencias distintas que negaron tener conocimiento la una de la otra, y a la vez reclamado por la corona española por cuestiones de proximidad territorial.

Al poco tiempo, Francia reconoció oficialmente como válidos los reclamos de la corona española, y en cuestión de pocos meses Bougainville aceptó una indemnización a cambio de ceder Port Louis y abandonar la isla. A partir de entonces las islas pasaron a depender de Buenos Aires, aunque manteniendo una versión españolizada de su nombre francés (îles Malouines).

Al año siguiente las autoridades virreinales se decidieron también a expulsar a los británicos, quienes a todo esto seguían reclamando soberanía sobre el archipiélago alegando haberlas avistado primeros en el s.XVI. En 1770 una expedición española intentó desalojar Port Egmont, llegando al borde de la declaración de guerra. La perspectiva de un enfrentamiento bélico de gran escala eventualmente llevó a que la corona española acepte la permanencia de los británicos en Port Egmont, pero sin que esto desacredite los derechos españoles por sobre las islas.

En cualquier caso el incidente no pasó a mayores, y en 1774 los británicos abandonaron definitivamente Port Egmont. A partir de entonces la soberanía española sobre Malvinas fue total, inaugurando lo que quizás fue la única etapa en la historia de las islas en las que la soberanía no fue discutida.

Luego de 1810

Durante décadas la única población en Malvinas fue el pequeño asentamiento de Port Louis, ahora en manos de la gobernación española. De la mano del cisma político derivado de la invasión napoleónica a España (y tras la revolución de Mayo de 1810), el gobernador de Montevideo ordenó el abandono inmediato de las islas. Antes de dejar las Malvinas, los pobladores españoles de Port Louis dejaron tras de sí una serie de placas metálicas que comunicaban y afirmaban la soberanía de la corona por sobre el territorio. El abandono era físico, pero no implicaba una renuncia a la soberanía política.

A partir de entonces, y durante las siguientes décadas del XIX, las Malvinas no estuvieron formalmente habitadas. Sin embargo, comenzaron a convertirse en refugio de pescadores ilegales de ballenas y focas. Con el tiempo la caza de ballenas comenzó a convertirse en un verdadero problema ambiental: no habiendo poder real en las islas, barcos de diversas nacionalidades sobre-explotaban el territorio sin regulación alguna.

Tras la declaración de la independencia en el congreso de Tucumán de 1816, el gobierno de las Prov. Unidas del Río de la Plata heredó la soberanía de todo el territorio correspondiente al anterior virreinato. Incluyendo las Islas Malvinas. Unos años después, en 1820, se dispuso desde Buenos Aires el repoblamiento del archipiélago con el objetivo de poner fin a la pesca ilegal y abusiva de cetáceos en mares nacionales. Es en este punto que comenzaron los problemas con los Estados Unidos, quienes reclamaban su derecho a la libre pesca de focas y ballenas en los mares del sur.

Los ataques de Estados Unidos

Poco tiempo después, el antiguo Port Louis había sido ya repoblado y rebautizado como Puerto Soledad. El entonces gobernador de las islas, Luis Vernet, prohibió de inmediato la caza de ballenas y focas en la zona. A las pocas semanas Vernet apresó un convoy de buques pesqueros estadounidenses por graves incumplimientos a esas normativas.

El hecho fue un verdadero escándalo diplomático: el cónsul estadounidense presentó un reclamo formal ante las autoridades de las Provincias Unidas amenazando incluso con atacar la población rioplatense en Malvinas, y tildando a Vernet de ladrón y pirata. La postura de Buenos Aires fue inflexible: estaba prohibida la caza de ballenas. Finalmente, el 31 de Diciembre de 1831 el buque de guerra USS Lexington atacó sorpresivamente Puerto Soledad, desmantelando las defensas del puerto, apresando a los habitantes, y forzando a las autoridades a abandonar las islas. A las pocas semanas, el buque regresó a Montevideo con varios prisioneros.

Las islas se sumieron en el caos. Estados Unidos justificó jurídicamente su ataque alegando que las Provincias Unidas no tenían jurisdicción sobre Malvinas dado que el Reino Unido nunca había formalmente renunciado su soberanía al abandonar Port Egmont. A partir de entonces se intensificó el interés británico en regresar a las islas, a la vez que se rompieron todos los lazos diplomáticos entre los Estados Unidos y las Provincias Unidas. Como cereza del postre, Estados Unidos comunicó su predisposición a aceptar la soberanía británica en Malvinas a condición de que se le permitiera la libre pesca por los mares del sur.

Con las islas sumidas en un auténtico caos (varios levantamientos armados se sucedieron en poco tiempo), las defensas de Puerto Soledad destruidas, y el apoyo norteamericano, el contexto era perfecto para una invasión del Reino Unido. En efecto, los buques británicos no tardaron en aparecer.

Ocupación británica y levantamiento gaucho

Entre fines de 1832 y principios de 1833 el comandante británico John Onslow tomó posesión formal del viejo Port Egmont y de Puerto Soledad, obligando al gobierno rioplatense a rendirse, bajar la bandera argentina, y abandonar las islas. En cuestión de pocos días, las Malvinas fueron tomadas de facto por las tropas británicas.

En este punto vale detenerse unos minutos para narrar uno de los hechos más míticos en la historia de las Malvinas: un alzamiento gaucho que logró hacerse con el control de Puerto Soledad. Dicho levantamiento ocurrió entre Agosto de 1833 y Marzo de 1834: siete gauchos al mando del Gaucho Rivero se alzaron en armas contra la administración británica asesinando en su camino a cinco funcionarios del puerto.

La figura del Gaucho Rivero no deja de ser enigmática. Su levantamiento en Puerto Soledad está escasamente documentado, y en la bibliografía oscila entre héroe nacional (que supuestamente habría intentado recuperar las islas de las manos británicas), y criminal oportunista (en la historiografía inglesa el levantamiento se conoce como “Los Asesinatos de Pt. Louis”). Una mirada atenta deja entrever que el amotinamiento probablemente haya sido causado por cuestiones económicas; mala paga y maltrato por parte de la administración británica, más que por un rapto de nacionalismo criollo.

En cualquier caso vale la pena rescatar la figura del Gaucho Rivero, sacarla del cajón de las anécdotas históricas y repasar algunos puntos importantes. El primer punto es que, tras ser apresado por los británicos, Rivero fue enviado como prisionero a Londres para ser juzgado por un tribunal inglés. Lo curioso es que el tribunal se declaró formalmente incapaz de emitir condena, ya que no quedaba claro si Rivero era o no ciudadano británico, ni si sus crímenes habían sido cometidos en territorio de la corona. Vale recordar que el levantamiento armado ocurrió muy poco tiempo después de la toma británica de las Malvinas: la maquinaria jurídica y política necesaria para legitimar la ocupación todavía no había sido puesta en marcha. El tribunal no pudo reconocer las Malvinas como territorio de la corona.

Un segundo punto a destacar es que el Gaucho Rivero fue una figura ampliamente retomada y reivindicada por las narrativas nacionalistas argentinas, de la mano con los reclamos de soberanía por sobre las islas. Como nota de color vale mencionar que en 1982, durante la Guerra de Malvinas, Port Stanley (siguiendo su nombre en inglés) fue brevemente rebautizado como “Puerto Rivero”.

Argentina y el reclamo diplomático

A partir de la ocupación de 1833 los reclamos, rioplatenses y luego argentinos, fueron constantes. Quizás el más antiguo del que se tenga registro sea La protesta elevada por Manuel Moreno durante su estadía en Londres en 1833. Las Malvinas fueron oficialmente incorporadas como dominios de la corona británica recién en 1843, una década después de su ocupación de facto. Es importante mencionar que la administración del Reino Unido en las islas tuvo también numerosos incidentes con buques balleneros norteamericanos que pescaban dentro de su jurisdicción. Las Malvinas fueron llamadas Falklands, nombre que ya había sido usado por un cartógrafo inglés en 1690 para referirse al Estrecho de San Carlos.

Pasaron así las décadas, hasta que en 1908 la corona británica anexó sorpresivamente las islas Georgias, Shetland, Sándwich e islotes circundantes a su colonia en las Malvinas. Se pretendió incluso reclamar la isla grande de Tierra del Fuego, y algunas zonas de lo que hoy es la Provincia de Santa Cruz.

Con la llegada del nuevo siglo, y de la mano de la Primera Guerra Mundial (1914-1919) las Malvinas comenzaron a tener cada vez más valor económico, estratégico y geo-político. Se liberó incluso un enfrentamiento naval entre alemanes e ingleses, conocido como “batalla de Malvinas”. Las décadas siguientes se caracterizaron por la explotación pesquera de los mares circundantes.

Luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la creación de la ONU y la creciente tendencia al descolonialismo en el Sur Global dieron un nuevo contexto a los reclamos argentinos en la cuestión Malvinas. La ocupación británica pasó ahora a comprenderse en varios círculos diplomáticos como un resabio del viejo colonialismo. Bajo el gobierno del general Juan Domingo Perón, se presentó un proyecto ante el Consejo de Seguridad de las Naciones unidas para tratar el caso Malvinas en profundidad.

A lo largo de las décadas de 1950 y 1960, hubo algunos intentos argentinos de efectuar movimientos militares y desembarcos de tropas en diversas islas del atlántico sur, incluyendo un desembarco militar en Isla Decepción en 1954 y el famoso “Operativo Cóndor”. Se sucedieron también varios episodios de valor simbólico, tales como el aterrizaje sorpresivo de un piloto argentino en Port Stanley, quien desplegó banderas argentinas en 1964.


Tras el golpe de Estado de Onganía en 1966 se abrieron nuevas vías de negociación con Gran Bretaña. La política diplomática británica se valió fuertemente de respetar la voluntad de los habitantes de las Malvinas (aunque reservándose para sí misma el derecho a validar o no tales voluntades). El debate se renovó. Los funcionarios anti-secesionistas del Parlamento Británico aseguraban que los isleños no querían ser argentinos, ya que eran en su mayoría de ascendencia inglesa o escocesa.

Tras algunos años de impasse, en 1968 se firmó un Memorando de Entendimiento (en el marco del proceso de descolonización de las Naciones Unidas), en las que el Reino Unido manifestaba la voluntad de ceder la soberanía de las Malvinas a Argentina, aunque con algunas condiciones. Las respuestas se demoraron varios meses. Poco tiempo antes de la firma oficial del acuerdo, Gran Bretaña se retractó echando para atrás todo el Memorando. Alegaba que no podrían transferir la soberanía en contra de los intereses de los locales, quienes se habían manifestado en contra de tal traspase. No está claro si de verdad se llevó a cabo un referéndum en Malvinas, o si fue una mera estrategia del Parlamento británico. A partir de entonces el argumento de la autodeterminación de los isleños sería férreamente esgrimido desde la diplomacia británica.

Geografía de las Malvinas en verano. Fuente

Hacia la guerra

A todo esto, hay que aclarar un hecho crucial: las islas no eran (nunca fueron) autosuficientes, sino que dependían y dependen de la relación con otro gobierno soberano para subsistir. Por diversas razones, el apoyo de la ONU hacia los reclamos argentinos se intensificó en la década de 1970. El Reino Unido seguía anclado en la decisión de los locales, rehusándose a abrir nuevas vías de diálogo.

Tras el golpe de Estado de 1976, y sobre todo a partir de 1980, la política argentina respecto a las Malvinas dio un giro brusco. Hacia 1982 la dictadura cívico-militar se encontraba sumida en una inevitable decadencia: violaciones sistemáticas a los derechos humanos, problemas políticos al interior de la Junta Militar, crisis económica pronunciada, y numerosas resistencias de sectores diversos en el escenario político argentino. La legitimidad política del gobierno de facto se corroía desde sus adentros dejando entrever la debilidad estructural de la cúpula militar.

En este contexto es que el 5/1/1982 el gobierno argentino se decidió a iniciar acciones militares en Malvinas, en parte amparándose en el histórico reclamo de soberanía por sobre el archipiélago, y en buena medida buscando utilizar dicha causa como herramienta para alimentar el nacionalismo y recuperar la legitimidad como gobierno. La cúpula militar, con el general Leopoldo Fortunato Galtieri a la cabeza, buscó valerse de la recuperación de las islas como una bocanada de aire fresco en su ya estanca política de la “guerra sucia”. Así fue como el 2/4/1982, tropas argentinas desembarcaron en el archipiélago.

El aire fresco que tanto ansiaba el gobierno militar nunca llegó.

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Bibliografía

  • Goebel, J. J. (1950) [1983]. La pugna por Las Islas Malvinas: Un estudio de la Historia legal y diplomática, Buenos Aires: Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, secretaría de Cultura. pp. 153-256.
  • Kohen, M. G., & Rodríguez, F. D. (2015). Las Malvinas entre el derecho y la historia: refutación del folleto británico “Más allá de la historia oficial. La verdadera historia de las Falklands/Malvinas”. Buenos Aires: Eudeba. pp. 11-420.
  • Moncayo, G. R. (1986) “Islas Malvinas. Expulsión de los ingleses de Puerto Egmont. Crisis diplomática y negociaciones”, en Malvinas, Georgias y Sandwich del sur: Perspectiva Histórico-Jurídica, Buenos Aires: Honorable Senado de la Nación. pp. 13-29.
  • Roberts, L. (s/d): “Nuestras islas, nuestra Historia”. Recuperado de: : https://www.falklands.gov.fk/assets/NuestraIslasNuestraHistoria1.pdf.
  • Varios (1968). Memorando de Entendimiento entre Argentina y el Reino Unido, transcripción oficial recuperada de: https://www.cancilleria.gob.ar/userfiles/ut/1968_-_mou_entre_argentina_y_el_reino_unido.pdf
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