Vikingos en América

por Martín Bericat

Aproximadamente quinientos años antes de que Cristóbal Colón partiera desde el Puerto de Palos rumbo al oeste, varios navegantes europeos habían llegado ya a lo que hoy llamamos América. Se trata, nada más ni nada menos, que de exploradores vikingos, hábiles guerreros y marineros del norte. En este artículo proponemos repasar la evidencia de sus viajes por nuestro continente.

Conocemos la historia de la llegada de vikingos a América mayormente a través de las antiguas sagas islandesas. El término saga tiene sus orígenes en el Nórdico Antiguo, y refiere a un tipo de obra literaria que normalmente narra las hazañas de linajes de héroes y exploradores del mundo escandinavo. La palabra se sigue usando al día de hoy para describir conjuntos de libros o películas: la saga de El Señor de los Anillos, la saga de Harry Potter, etc.

La mayor parte de las sagas nórdicas originales fueron escritas en algún momento entre los siglos XII y XV, aunque narran hechos sucedidos mucho tiempo antes. La llegada y colonización del continente Americano aparece en dos sagas distintas: La saga de los Groenlandeses (Grœnlendinga) escrita en el 1200, y la saga de Erik el Rojo (Eiríks saga rauða) escrita en el 1260.
Esta última comienza narrando la historia de Erik el Rojo (950-1005), un comerciante y explorador famoso por haber fundado el primer asentamiento vikingo en Groenlandia alrededor del año 988. Había llegado a explorar aquellas tierras áridas y frías tras ser exiliado de Islandia por un presunto asesinato.

Tras varios años de circunnavegar las costas de aquella enorme isla, Erik la bautizó como Grønland (“tierra verde”) con la esperanza de que el nombre contribuyera a atraer nuevos colonos, y regresó a Islandia en busca de interesados. Su idea funcionó, y a pesar de las difíciles condiciones climáticas, con el tiempo logró establecer varias poblaciones estables. Estas fueron las primeras poblaciones europeas en territorio técnicamente americano.

Los descubrimientos no terminaron allí. Leifr Eriksson, hijo de Erik, continuó la labor de su padre explorando aún más hacia el oeste. Y es aquí donde ambas sagas, la de Erik el Rojo y la de los Groenlandeses, comienzan a diferir. La primera afirma que tras una serie de complicaciones climáticas en uno de sus viajes entre Islandia y Groenlandia, Leifr terminó desviándose accidentalmente y llegando a las costas de lo que hoy es Canadá. La segunda versión de la historia afirma que Leifr zarpó voluntariamente hacia el oeste, en búsqueda de unas costas arboladas descriptas por otro marinero (Bjarni Herjólfsson) varias décadas antes.

En cualquier caso lo importante es que, de acuerdo a ambas sagas, hacia el año 1000d.C. Leifr Eriksson navegó las costas norteamericanas describiendo varias zonas en función de lo que allí observaba. A estas zonas las llamó respectivamente Helluland (“tierra de las piedras”), Markland (“tierra de los bosques”) y Vinland (“tierra del vino”/”tierra de uvas”).

Recordemos que Leifr venía de Groenlandia: un clima que al día de hoy (con calefacción centralizada, internet, y comida por delivery) ya resulta tremendamente crudo. Imagínense en el s.X, abrigado con pieles y alimentándose fundamentalmente a base de foca y pesca liviana. Ante esta perspectiva, encontrar una tierra fértil con árboles (en Groenlandia tampoco había madera), frutas y hasta uvas para vino, era algo bastante parecido al paraíso.

Según la Saga de Erik el Rojo fue el navegante Thorfinn Karlsefni, un supuesto descendiente de Ragnar Lodbrok (si, el de la serie Vikings), quien dirigió la primera expedición voluntaria hacia las tierras fértiles del oeste. Thorfinn habría partido desde Islandia en busca de Vinland, aquella tierra fértil ya descripta por Leifr en sus accidentados viajes.

Tras meses de navegación y búsqueda, Thorfinn habría finalmente encontrado Vinland estableciendo una pequeña población estable a la que llamó Leifsbudir. Pasado el invierno siguió explorando la zona fundando un segundo campamento, esta vez temporal, al que llamó Hóp.

Las historias de Thorfinn en Vinland incluyen paisajes verdes, abundantes bosques, lugares imposibles de localizar con exactitud, e incluso encuentros con nativos americanos. Sí: hubo batallas entre vikingos y pueblos originarios de América, y los vikingos salieron perdiendo. Estos encuentros, inicialmente pacíficos y luego violentos, son narrados en los capítulos 10 y 11 de la Saga de Erik el Rojo.

Luego de llevar a cabo algunos intercambios comerciales, Thorfinn y su grupo utilizan el término Skrælingar, a menudo traducido como “bárbaro”, para definir a los nativos de la región de Vinland. Es una palabra que ya había sido mencionada antes como despectivo utilizado con las tribus Inuit (mal llamadas esquimales) en Groenlandia.


(Imagen: Grabado que ilustra la muerte de uno de los hijos de Erik el Rojo en manos de nativos. Fuente: Thorvald, Son of Erik the Red, is killedAncient History Encyclopedia. Extraído de: https://www.ancient.eu/image/9191)

Resulta imposible determinar qué pueblos encontraron los vikingos en sus viajes por América, ya que no tenemos certezas respecto a la locación exacta de Vinland ni mucho menos de Hóp. Es posible deducir por lógica que las sagas nos hablan de algún punto en las costas del norte y centro de Canadá, en lo que hoy conocemos como Labrador y Terranova.

Finalmente las poblaciones vikingas en estas zonas duraron poco, siendo abandonadas pocos años después de su fundación. Los posibles motivos de este abandono son muchos y bastante discutidos por la historiografía, aunque en general se supone que los violentos enfrentamientos con los nativos terminaron por forzar el abandono. Sumado a esto, es altamente improbable que los establecimientos en Groenlandia hayan podido proveer la cantidad de colonos necesarios para asegurar una colonia estable en Vinland; ya demasiado comprometidos estaban con la supervivencia en el invierno polar.

Sin embargo el contacto con las nuevas tierras no terminó ahí. Como ya mencionamos, en Groenlandia no había madera suficiente para construir barcos, por lo que las poblaciones vikingas continuaron retornando a Markland y Vinland para abastecerse de sus bosques. Esta práctica se mantuvo vigente durante muchos siglos más, aunque las sagas no mencionan ningún otro encuentro con población nativa.

La evidencia

Hasta acá vimos lo que las sagas islandesas nos cuentan de sus navegantes y colonos en América. Sin embargo, muchos historiadores han negado la veracidad de los hechos narrados llamándolos meras fantasías o literatura mitológica. Y es que las sagas tienen muchísimo de mitológico: lo histórico se entrecruza con lo mítico al punto que amerita preguntarse si vale la pena separarlos. Así es como nos encontramos con relatos históricamente coherentes a la par de hechos sobrenaturales. Leifr Erikkson y Thorfinn Karlsefni conviven en las sagas con serpientes marinas, extrañas criaturas de una pata, e incluso dioses.

A esto hay que sumarle otra característica propia de las sagas: es altamente probable que fueran creadas y transmitidas oralmente durante generaciones antes de ser pasadas por escrito. En este caso eso nos deja con más de doscientos años entre los sucesos narrados y su primer registro escrito: infinitos detalles y modificaciones podrían haberse agregado, voluntariamente o no, en ese tiempo.

Todo nos deja con la duda: ¿Podemos tomar esta literatura como fuente fidedigna? Todo se desprende de cómo queramos definir el término “fidedigna”. No sería la primera vez que se usara una fuente mítica o literaria para recomponer un pasado lejano: un buen ejemplo de esto son la Ilíada y la Odisea. En el caso de las sagas de Vinland, sabemos que los mares no estaban plagados de serpientes gigantes o gusanos de agua, pero una mirada escéptica nos obliga a exigir más pruebas antes de afirmar que los vikingos realmente descubrieron, registraron, e intentaron colonizar lo que hoy es Canadá.

Es importante mencionar que las sagas son el registro escrito más importante respecto a los vikingos en América, pero no son el primero. El documento más antiguo que menciona su descubrimiento es un tratado llamado Gesta Hammaburgensis Ecclesiae Pontificum. Escrito por Adam de Bremen (cronista medieval) entre los años 1073 y 1076, este tratado nos muestra que la costa noreste de Norteamérica ya era conocida en ese entonces. Era sabido también que había sido avistada por vikingos, e incluso se la describe como una tierra fértil de uvas y bosques.

Sin embargo, se ha encontrado evidencia todavía más concreta.
En 1960 la arqueóloga noruega Anne Stine Ingstad y su esposo, Helgue Ingstad, descubrieron los restos de una aldea vikinga en un paraje de Terranova (Canadá) llamado L’Anse auz Meadows. Durante los años siguientes se dedicaron a coordinar un equipo internacional para excavar el sitio y develar más detalles. Finalmente encontraron los restos de ocho edificios de gran tamaño (casi 30 metros de largo) construidos al modo de las aldeas vikingas. El tamaño y cantidad de habitaciones de la aldea sugieren que allí vivieron entre 70 y 90 individuos.

Alrededor de los edificios se encontraron algunos clavos, piedras, restos de maderas e incluso un pequeño horno para fundición de hierro. Todo lo excavado fue sometido a un proceso de datación por radiocarbono que determinó que los objetos fueron manufacturados en algún momento entre el año 975 y el 1010. Es decir: coincidencia total con los años de las exploraciones relatadas en las sagas.

En 1978 la UNESCO declaró el sitio histórico de L’Anse aux Meadows como Patrimonio de la Humanidad. A partir de entonces se reconstruyeron algunas de las ruinas de casas vikingas en el sitio con el objetivo de convertir el lugar en un destino turístico/educativo:

www.revistaenraizada.com
(Imagen: reconstrucción de las ruinas vikingas en L’Anse aux Meadows)

Hoy en día la veracidad del registro arqueológico no es discutida. Sin embargo queda todavía un problema por resolver: ¿Es L’Anse auz Meadows la mítica Vinland? Hay quien cree que sí, y que la aldea descubierta es Leifsbudir, como también hay quien asegura que Vinland debería encontrarse mucho más al sur. De esto derivan una serie de cuestiones sin resolver.

Las dudas

La primera duda es bien básica: Vinland es “tierra de vino/uvas” y en la zona de las excavaciones en Terranova no crecían uvas. Sin embargo, sí crecían numerosas bayas y moras que podrían ser descriptas por los vikingos como vid. También es probable que Leifr haya recurrido a la misma estrategia que usó su padre al momento de llamar Greenland a un terreno glacial: un nombre sugestivo contribuía a seducir a futuros colonos.

El descubrimiento no estuvo exento de polémicas: algunos investigadores mencionaron el hecho de que los objetos datados bien podrían pertenecer a un asentamiento Inuit en la zona, ya que es sabido que los vikingos groenlandeses comerciaban con ellos. Esto podría explicar la circulación de objetos vikingos, pero no explica la presencia de un horno de fundición: los Inuit no manejaban la metalurgia.

Luego tenemos la cuestión del abandono: ¿Por qué abandonar una tierra tan generosa para regresar al frío de Groenlandia? El enfrentamiento con nativos y la falta de colonos suficientes podrían explicar por qué Thorfinn regresó en su momento. Pero no nos responde por qué los vikingos no regresaron luego con expediciones mayores para asentarse definitivamente en Vinland. Las respuestas a estos temas varían: falta de interés, cuestiones propias de las jerarquías internas, o incluso cuestiones climáticas respecto a una pequeña edad de hielo en los siglos posteriores.
En cualquier caso, el punto es que toda evidencia indica que estos navegantes escandinavos llegaron a nuestro continente e incluso lo habitaron por unos años. Y todo esto, quinientos años antes del primer viaje de Cristóbal Colón.

Bibliografía:

  • Anónimo (c.1260) “Eiríks saga rauða”. [The saga of Erik the Red] (Trad, Septhon, J. 1880).
  • Conte de los Ríos, A. (2017). “Las supuestas evidencias del descubrimiento de América por los vikingos”. Revista general de marina. Vol. 272 (2) pp. 249-263
  • Haine, T. (2008). “What did the Vikings discoverers of America know of the north Atlantic environment?” Weather. Vol.63 (3). Pp. 60-66.
  • Lombardi, E. (2018). The Eiríks saga rauða and the Discovery of America. Old Norse Sources of the Viking Culture. (Tesis de Maestría). Universitá Degli Studi di Verona, Verona.
  • Nydal, R. (1989). “A critical review of radiocarbon dating of a Norse settlement at L’Anse Aux Meadows, Newfoundland, Canada”. Radiocarbon. Vol. 31 (3), pp. 976-985.
  • Rodríguez Avila, A. I. (2017). La Descriptio Insularum Aquilonis de Adán de Bremen. Traducción comentada.” (Tesis de Licenciatura). Universidad autónoma de México, México DF.

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