Reseña de Nuestra parte de noche

por Belén de la Paz Sobral

” – Gaspar, lo que sentís no voy a discutirlo. Pero yo no te hice daño. Te estoy cuidando lo mejor que puedo y hasta donde sé cómo hacerlo.

¿De qué me estás cuidando?
Gaspar sintió que la mano de su padre lo liberaba, se iba, aflojaba la presión sobre el pecho, pero no se escapó. Se sentó. Estaba llorando y recién se daba cuenta: las lágrimas le empapaban el cuello. Su padre parecía tranquilo y frío, como había estado antes.

No te creo – dijo Gaspar.
-Está bien. Yo tampoco creería en algo que no entiendo. Pero necesito que confíes en mí. ¿Qué tengo que hacer para que confíes? Cuando me muera, voy a dejarte protegido. Es lo último que voy a hacer y sé que voy a llegar a tiempo.

Enríquez, “Nuestra parte de noche” (2019)

¿Querés saber de qué va la novela de la que todo el mundo viene hablando desde hace más de un año? Si todavía no te animaste a entrarle a este bodoque de casi setecientas páginas, te dejamos algunas líneas para terminar de convencerte.

Este libro trata lisa y llanamente sobre la oscuridad: multiforme, poderosa y omnipresente. A veces viste botas militares, otras se presenta como un fantasma impúdico, pero generalmente se encuentra en el manojo de contradicciones, vulgaridades y crueldades que alberga una persona cualquiera.

Atraviesa así los hitos principales de la historia contemporánea argentina, desde la última dictadura militar, el posterior desbarate económico del período alfonsinista, hasta el auge del neoliberalismo menemista de los noventa: les desaparecides, los cortes de luz, las marchas en contra de la reforma educativa de los noventa, las represiones policiales, la proliferación del VIH en las juventudes diversas. Pero también otra vértebra de nuestra historia común: las familias terratenientes dueñas de la tierra y de todes les que la ocupan.

Todo este contexto histórico es la radio que suena de fondo en la novela, pero que al mismo tiempo le otorga relieve, verosimilitud y potencia. La trama gira en torno a la historia de una familia acaudalada y acomodada en el poder, la cual sienta su poderío en los yerbatales que poseen en el Litoral, donde se ambienta buena parte de la novela.

Descendientes de migrantes ingleses, pertenecen junto con otra familia de la misma estirpe a la cabeza de una organización llamada La Orden, que venera al Dios conocido como “La Oscuridad”, al cual le deben los sacrificios y ritos satánicos más perturbadores. Los mismos tienen lugar, generalmente, en la tenebrosidad de la selva misionera, escenario también de diversos ritos y creencias populares que también figuran en la obra, como el culto a San La Muerte, entre otros.

Para lograr conectarse con este Dios precisan a un médium que la invoque, y aquí es donde entra uno de los protagonistas principales: Juan Peterson. Este hombre, quien desde que nació estará a punto de morirse constantemente debido a una enfermedad cardíaca, encarnará a su vez –e irónicamente- a un ser profundamente poderoso en la Orden debido a su don. Su corporeidad es el campo de batalla de la novela: un cuerpo expropiado, usado y venerado. Un cuerpo pobre. El médium solo es un instrumento para la organización y él lo supo siempre. Por eso, al darse cuenta de que la vida de su hijo, Gaspar, podría sufrir el mismo destino, intentará hacer lo imposible por evitarlo. Con su esposa recientemente muerta, su salud contra las cuerdas y un hijo pequeño con extrañas revelaciones, Juan intenta encontrar un intersticio para ganarle a la Orden y cuidar a Gaspar, con quien tendrá una relación sumamente compleja, muy diferente a lo que se podrían estar imaginando al leer estas afirmaciones.

(fotos por Maia Habegger)

Esta obra además recorre temáticas que nos obligan a cuestionarnos conceptos estáticos entorno a los vínculos: el amor libre, la fluidez sexual, el amor de la juventud y los vínculos filiales, que lejos están de rememorarnos la familia Ingalls. Madres despiadadas que ponen su codicia por sobre su descendencia, padres que no saben cómo amar a sus hijes, hermanes que comparten de más. El mapa vincular que relaciona a los personajes de la historia se va construyendo lentamente, en un rompecabezas magistral donde ninguna pieza termina siendo obsoleta. Cada encuentro, cada escena, terminan cobrando su relevancia en un tejido que se abre con modorra pero que se va tensando firmemente a medida que pasan las páginas para abandonarte a un final sin aliento.

Lo atrapante de Enríquez no tiene que ver sólo con las historias perturbadoras que nos presenta, sino con cómo desliza lo imposible en lo más palpable de este mundo, su forma de mostrarnos lo siniestro agazapado debajo del adorno más mundano.

Es interesante que un libro que combina lo mejor del fantástico y del terror, con reminiscencias del gótico y de lo que hoy conocemos como gore, tenga la relevancia que ocupa en la literatura contemporánea. La autora, como directora de Letras del Fondo Nacional de las Artes, el año pasado estuvo a cargo de un certamen literario que generó polémica, ya que solo estaba destinado para los géneros de terror, ciencia ficción y fantasía. Salieron a cuestionarla “por excluir otros géneros”, y ella respondió: “Es un concurso excepcional en un momento excepcional”. Sabemos también lo que había detrás de esta selección: incentivar la producción artística de géneros históricamente relegados a la “cultura menor”. Piensen en los grandes clásicos, en el canon de la literatura universal. A que van a encontrar poco terror o ciencia ficción ¿No?

Creemos que la autora de este libro logró a través de una redacción exquisita presentarnos el terror con la seriedad que merece. No es solo una cuestión artística, sino política: es apelar al canon, a lo considerado “alta literatura”, y exponer la desigualdad social que la misma deja entrever en la selección de géneros (burgueses en su cosmovisión) y autores (varones hetero-cis en general).

Si ésta es considerada la obra maestra de Enríquez –no por nada ganó el premio Herralde de la novela 2019- es porque de alguna forma condensa todas sus inquietudes y obsesiones que le lectore puede registrar desde Bajar es lo peor (1995) en adelante: cultos misteriosos, magia negra, fantasmas, denuncias a la desigualdad social argentina, el amor romántico contaminado de miserias humanas, relaciones no convencionales, la sexualidad intempestiva. Todo esto también lo podemos encontrar en su nuevo lanzamiento de 2021, donde recopila sus highlights de no ficción: El otro lado. Fetichismos, confesiones.

Un mapa de entrada a la autora

Para arrancar a leer a Enríquez, si no lo hiciste aún, te recomiendo tres recorridos, en función de tus ganas y tiempo:

  • 1) Leé su obra entera en orden cronológico. Ella se va perfeccionando en sus artilugios literarios, y será muy interesante que puedas ir detectando personajes que resurgen de otros textos pero complejizados, o como va madurando el armado de sus rompecabezas narrativos. Empezá por Bajar es lo peor (1995) y terminá con El otro lado. Fetichismos, confesiones (2021).
  • 2) Camino corto: leé Los peligros de fumar en la cama (2009), Las cosas que perdimos en el fuego (2017) y después la novela que reseñamos. Este es un recorte condensado de la época más madura y consolidada de la autora. Además, plantea un crescendo en la extensión e intensidad. Los primeros son dos libros de cuentos, con doce cada uno. Encontrarás grandes referencias entre las tres obras y es un recorrido que, de todas formas, también te llevará al punto anterior magnéticamente.
  • 3) Ok, empezá por Nuestra parte de noche (2019). Pero te lo advertimos: da igual que quieras escaparte, vas a terminar yendo como mínimo al punto dos, y probablemente al punto uno. Vos no comés a Enríquez, Enríquez te degluta a vos.
    ¿Un spoiler? El cuento “La casa de Adela” disponible en Las cosas que perdimos en el fuego. Te recomendamos leerlo después de la novela o tenerlo en cuenta, si ya lo leíste, al momento de abordarla.

Si con todo esto no te dimos ganas de adentrarte a una de las referentas indiscutidas de la literatura argentina contemporánea ¡Sos un caso perdido! Pero lo dudamos. Contanos qué recorrido tomaste para encarar a Enríquez, si te atrapó de entrada, si recién escuchás su nombre. Yo te adelanto que de noche, en soledad y silencio, no la puedo leer. Y que cuando termino uno de sus libros paso un par de madrugadas guardando el pie bajo las sábanas, sin animarme a que asome por fuera de la cama.

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