Infancia Clandestina (2012)

por Gastón Mazzaferro

La pubertad es esa etapa horrible de tu vida en la cual todo es cambio: te crecen pelos donde antes no había, tu cuerpo cambia en su comportamiento, tu voz se torna rara, te salen granos, puntos negros y todo comienza a ser un poquito nuevo. Cuando vemos fotos de nosotres a los 11 años tendemos a horrorizarnos. Nuestra contextura es un poco extraña y parecemos pequeños monstruitos que están ingresando en la adolescencia, pero no han dejado totalmente la niñez.

En fin, todes la pasan un poco mal durante la pubertad. Ahora bien, imaginate pasar esa etapa de tu vida a finales de los 70’s en la República Argentina. Mejor dicho, imaginate pasar tu pubertad en los 70’s, siendo hijo de militantes montoneros en la absoluta clandestinidad y ocultando muchos aspectos de tu naciente identidad porque todo es peligroso.

Infancia clandestina trata un poco de eso. Juan (Teo Gutierrez Moreno) es un niño de 11 años, hijo de Horacio (Cesar Troncoso) y Cristina (Natalia Oreiro), militantes montoneros. Podriamos decir que esta pelicula —basada en hechos reales y dirigida por Benjamín Ávila— trata sobre un pre-adolescente intentando tener una vida normal, en un contexto y una familia anormal. Para lograr esto, Juan tendrá que sortear una serie de innumerables dificultades que se le enfrentan por el lugar en el que le tocó nacer.

La primera dificultad aparece en los primeros minutos. Aquí, la pelicula se sitúa en el año 1975, en un momento en el cual los grupos parapoliciales acosan a los militantes y guerrilleros de izquierda, asesinandolos y encarcelandolos de manera ilegal sin juicio previo.

En la primera escena, Juan está llegando de noche a su hogar junto a su padre y su madre. Tiene, tras un largo viaje, ganas de hacer pis. Su madre le pide calma y comienza a abrir la puerta. En ese momento, Horacio da la voz de grito: ve a dos hombres en un auto dirigiéndose a elles. Aquí la escena deja de ser actuada y comienza una animacion en la cual se observa el tiroteo entre el grupo parapolicial y Horacio. Finalizado este, y con solo un balazo en su pierna, podemos observar las manchas que atestiguan el momento en el piso: sangre, pero también su pis.

Tras este atentado, comienza el no mostrado exilio cubano de la familia que termina con un llamado a los militantes exiliados de la cupula de Montoneros para realizar la conocida Operacion Contraofensiva. Estamos ya en el año 1979. Ahora si, Juan tiene 11 y retorna con su familia —entre cuyos integrantes se encuentra su hermana bebe— , de manera clandestina, a la Argentina. A sus padres se les designa tareas específicas a realizar en la casa en la cual van a vivir junto al Tío Beto (Ernesto Alterio), mientras intentarán que Juan mantenga una vida cerca de la normalidad.

En este sentido, como la vida de estos personajes será clandestina, los nombres será lo que cambie: Juan dejarada de ser Juan para ser Ernesto (nombre que eligió por su admiración al Che Guevara) y se inscribirá en una escuela bonaerense simulando ser cordobés. A partir de aquí, se enfrentará a una serie de crecientes dificultades: deberá adaptarse a la escuela, aceptar los simbolos patrios (entre ellos la bandera que no quiere hizar por considerla “milica” ya que tiene el sol de guerra) y aprender a dejar de lado su acento cubano para pronunciar la “Y” como “Sh”.

Pero eso no es todo: dado que Juan debe pasar lo más disimuladamente posible su vida, todo rito social que vivimos a esa edad es problemático: irse de campamento con la división es un problema, celebrar tu cumpleaños en el patio de la casa donde tus viejes rellenan cajas de maní con balas y dólares es un peligro y tener tu primera novia es dificultoso cuando no podes revelar ningun dato de tu vida.

Aquí vale la pena realizarnos una serie de preguntas, sobre todo teniendo en cuenta que Infancia clandestina está inspirada en la vida del director: ¿Cómo realizar una pelicula sobre la vida de un hijo de militantes setentistas sin recaer en una recriminación a tus padres por las decisiones politicas que tomaron?

En este caso, creo que la pelicula lo resuelve de una manera excelente, fundamentalmente porque sabe captar, ante todo, un espíritu de época. De lo cual, se desprende otra cuestión: ¿Cómo captar ese espiritu de época escapando a las interpretaciones hegemonicas sobre los 70’s, pero sin recaer en la teoría de los dos demonios o en la creencia de que la intervención militar era necesaria?

En esto creo que se diferencia esta pelicula del resto de las ficciones sobre la decada del 70: los militantes no son victimas pasivas de un gobierno represivo. Por el contrario, son militantes que, en un contexto adverso, consideraron que la violencia era un medio legítimo para hacer política y actuaron en consecuencia, creyendo que así se llegaría a un mundo mejor.

Hoy nos puede parecer ingenuo, pero cuando repasamos los testimonios de los militantes y guerrilleros del momento, la idea de que se alcanzaría un mundo mejor y más justo mediante la lucha armada era una realidad que formaba parte de un espíritu de época que marcó a todo el continente tras la Revolución Cubana.

Este espíritu aparece retratatado de manera brillante en los personajes adultos de la pelicula y se muestra en dos discusiones entre sus personajes.

En primer lugar, tenemos una entablada entre Horacio y el Tío Beto, tras una “irresponsabilidad” que este último cometió. Aquí se puede observar dos posturas posibles sobre la época y sobre la idea de la revolución que se buscaba. Por un lado está Horacio, que consciente del contexto, actúa con precupación, responsabilidad y miedo ante las consecuencias de cualquier acción que se lleve a cabo. Pero por otro lado está el Tío Beto quien, a diferencia de su hermano, actuá relajado. Segun su idea es momento de disfrutar: en su cabeza la utopía está a la vuelta de la esquina y no queda otra que ser felices por lo venidero.

En segundo lugar, nos encontramos con la discusión entre Cristina y su madre Amalia (Cristina Banegas). En esta vemos un enfrentamiento entre la visión más militante y optimista del contexto contra la más pesimista, en la cual la muerte y secuestro de la familia es inminente. Tras pedirle a Cristina si no puede cuidar a sus hijes en caso de que a ella y a Horacio les suceda algo, se dá este diálogo cuando ella se niega:

—¿Vos querés que tus hijos sean guerrilleros?
—¿Cuál es el problema? ¿Vos sabes cual es el fin de ser guerrillero?
—Si
—¿Cuál?
—Que te maten

Aquí dos visiones se contraponen. Por un lado, el personaje de Natalia Oreiro muestra ese optimismo y esa visión de que la acción armada daría lugar a un mundo mejor (una posible respuesta a la pregunta sobre el fin de ser guerrillero). Por otro lado, su madre se muestra preocupada: sabe que están muriendo personas y que el sueño de su hija es, dado el contexto, imposible.

Y en lo que nos muestran estas discusiones reside la clave para responder la primera pregunta que nos hicimos: en Infancia clandestina no aparece una recriminación de un hijo a sus padres por el robo de su infancia, sino por el contrario una cierta comprensión por la forma que decidieron actuar. Benjamín Ávila no parece considerar que sus padres no pensaron en él cuando decidieron embarcarse en la clandestinidad. Por el contrario, parece pensar que todo lo que hicieron, lo hicieron porque creían en un mundo mejor para él y su hermana.

En su libro Melancolía de izquierda, Enzo Traverso nos advierte sobre un cambio en la forma en la cual concebimos la historia tras la caída del Muro de Berlín. Segun su punto de vista, la memoria reemplazo a la utopía. El pasado dejó de ser visto como un lugar desde el cual aprender para cambiar al futuro y comenzo a ser el lugar en donde las experiencias traumaticas fueron la realidad. Así, el siglo XX se nos presenta como el siglo de las guerras, los totalitarismo y los genocidios.

La idea de memoria es aquí clave: el pasado empezó a ser visto de manera tragica y las ciudades se llenaron de monumentos en conmemoración a las victimas. Si antes el pasado era un lugar donde recordábamos la lucha, ahora es el lugar donde recordamos a los muertos de las tragedias. De esta forma, “la memoria del gulag borró la de la revolución [rusa], la memoria del Holocausto reemplazó la de la lucha del antifascismo y la memoria de la esclavitud eclipsó la del anticolonialismo” (pp. 38 y 39). Lo que Traverso hace aquí no es, de ninguna manera, negar la existencia de las victimas que dejó el siglo pasado, pero sí marcar la falta de recuerdos de las luchas que se dieron en el mismo.

En este sentido, Infancia clandestina me parece valiosa porque no niega las luchas pasadas: los personajes no son victimas pasivas de un Estado represor (que efectivamente exsitió), sino militantes activos, con valores políticos, utopías y medios —que hoy nos pueden parecer cuestionables, pero formaban parte de un contexto más amplio— para alcanzarlas.

Considero que esta pelicula es un buen acercamiento para comprender a la militancia de los 70, justamente porque sabe captar este espíritu de época que vengo mencionando.

Dale, veanla que esta en Netflix y Natalia Oreiro tiene su momento musical cantando un temuki en un asado.

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